Un portero polaco, recién retirado, fuma plácidamente en una playa de Marbella. Mira el mar mientras siente el agradable sol en la sien. Seguramente piensa en su carrera. No hay nostalgia, más bien complacencia: es verdad que pudieron faltar algunos títulos, que pudo haber atajado algo más, pero en general su carrera es remarcable. Ganó títulos con el Arsenal. Ganó títulos con la Juventus. En su país es querido y ha amasado dinero suficiente para tener una vida hedonista y tranquila. Para él y para toda su familia.
En mitad de la evocación, suena el teléfono. El portero polaco cree que le están tomando el pelo y sigue la broma. “Sí, sí, por supuesto que mañana puedo estar entrenando con el Barça”. No es broma: Tek, Hansi Flick te quiere. Tiene claro que eres la mejor opción disponible para defender la portería del FC Barcelona esta temporada.
Imaginamos que en ese momento toda la vida pasó por delante de los ojos de Szczęsny. Aficionado al piano como es, puede que en su cabeza sonara el Nocturne nº 2 de Chopin. Es ahí donde nos podemos imaginar la secuencia de Tek sacando de la red todos los goles que había recibido en el Camp Nou en todas sus visitas, especialmente nueve años atrás, cuando el Barça le metió seis en Champions. Tek entonces defendía la portería de la Roma, y, lejos de avergonzarse, aseguró que “había sido una experiencia hermosa de ver”.
Instagram: Szczęsny
No es tan marciano decir lo que dijo. Al fin y al cabo, pocos seres humanos tienen la oportunidad de ser batidos una y otra vez por Lionel Messi. Seguramente, una caída a los infiernos para cualquiera; pero una caída a los infiernos con un regusto gozoso para Tek.
Sí, porque hablamos de un esteta, de un meta contracultural. Fumador y pianista. Aficionado al baile de salón. Un jubilado en Marbella que se va a jugar al golf para seguir oliendo el perfume de la hierba mientras intenta mejorar su swing. En fin, ya lo hemos entendido: la pieza necesaria para que terminara de encajar toda la poética y todo el rock’n’roll de Flick.
Es verdad que Hansi ha montado un equipo histórico e impredecible. Que ha motivado hasta tal punto al desahuciado Raphinha que ahora es uno de los mejores futbolistas del mundo. Que le ha devuelto la dinamita del Bayern a Lewandowski. Que le ha dicho a Iñigo Martínez: “Es el año que siempre recordarás. Ve por él.”
Que ha cogido a Lamine y a Pedri y solo les ha sonreído: ahora mismo no hay nadie que juegue mejor a esto que vosotros; acostumbraos rápido al vértigo y al éxito. Todo eso ha hecho Hansi.
Montar un equipo histórico usando a un grupo de parias y de talentos demasiado precoces. Mezclar todo ese talento y toda esa frustración contenida para que, de alguna forma extraña, estalle en el terreno de juego la forma más arriesgada de jugar: defendiendo a 50 metros de la portería, con el único credo de ganar marcando todos los que hagan falta, sin miedo ni al destino ni a la contrariedad.
LALIGA
Pero nada iguala la visión de Hansi como en el caso de Tek. El alemán también sabe que la victoria sin storytelling se apaga demasiado rápido. Y Tek era como esa pieza perdida que hace que la sinfonía funcione. La parte humana dentro de un esquema marcado por el talento salvaje de los jóvenes. Y esto, en los días del crossfit y de la IA, tiene un valor incalculable.
Porque es la historia de un reencuentro. La de Tek y el fútbol. La de Tek y los vestuarios. La de Tek con los jóvenes talentos que viven tanto en TikTok como en el campo, convirtiéndole a él en algo así como un mentor enloquecido. Eso es. El reencuentro con uno mismo. Y desde esa felicidad del reencuentro, claro, todo es posible.