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Pasaron los días y la gesta de Fluminense ante el Inter de Milán sigue dando que hablar. Aun con la mente puesta en el cruce de cuartos de final frente a Al Hilal, permanece viva la imagen de Thiago Silva arrodillado, entre lágrimas, mirando al cielo en medio de los festejos de sus compañeros. Una postal que conmovió a propios y extraños, y que refleja no solo el peso de la victoria, sino también la carga emocional que el capitán arrastraba consigo.
Un video publicado en el canal oficial de YouTube del club permite comprender el trasfondo de tanta emoción. Porque, a punto de cumplir 41 años, Thiago Silva ya lo ganó todo y aún le queda combustible para seguir emocionándose. Referente indiscutido, el central volvió al club de sus amores con la ambición intacta. Pero en esa noche mágica, lo sentimental se impuso sobre lo deportivo. Lo familiar y lo personal se entrelazaron en un discurso que tocó el corazón de todo el vestuario.
“Quiero compartir una cosa con ustedes. Lo pensé durante la noche y se trata de entregar todo en la cancha, de no dejar para después lo que puedes hacer ahora. No esperen después del partido para decir qué podrían haber hecho. Yo me emociono porque lo van a entender un poco...”, anticipó Thiago, sin adelantar lo más íntimo. Lo haría segundos más tarde.

“Me emociono y van a entender un poco por qué. En 2014, estaba jugando la Copa del Mundo en Brasil. Y en uno de los días libres, me fui para casa. Llegó mi padrastro, la persona que me hizo ser Thiago Silva. Él estaba enfermo, yo no sabía la gravedad de la enfermedad. Yo no sabía. Volví a la selección, el Mundial acabó de la forma en que acabó. Él fue internado en el hospital y yo me fui a París. Comencé la pretemporada y, en uno de los primeros partidos del campeonato, mi esposa me habló y me dijo: 'Tu padre falleció'”, comenzó el capitán, con la voz entrecortada y visiblemente conmovido.
“¿Saben a lo que me refiero con esto?”, preguntó, golpeándose el pecho con fuerza, mientras las lágrimas le nublaban la vista. Entonces lanzó una frase que partió al plantel: “No fui a verlo al hospital porque pensé que iba a salir de esa. ¿Saben lo que quiero decir? No dejen para después lo que pueden hacer ahora. ¡No lo dejen para después porque no da tiempo!”
Para cerrar, en medio de los gritos y aplausos de sus compañeros, dejó una última consigna cargada de sentido: “Aprovechen el momento, disfruten. Disfruten con alegría, pero también con responsabilidad.” En ese instante previo a salir al campo, su arenga trascendió lo táctico: fue una llamada a vivir con intensidad y marcó, sin dudas, el espíritu con el que Fluminense encaró el partido.

Con más de 744 partidos como profesional, 23 títulos en ocho temporadas con el PSG, una Champions League con el Chelsea y más de 100 apariciones con la selección brasileña, Thiago Silva ha vivido casi todo lo que el fútbol puede ofrecer. Sin embargo, sigue siendo capaz de emocionarse porque la pasión no se agota. Y su regreso a Fluminense está cargado de capítulos tan intensos como conmovedores.
Volver al club que lo catapultó fue más que una decisión futbolística: fue un reencuentro con sus raíces. La emoción de Thiago Silva, a sus casi 41 años, es la pura esencia del fútbol… una imagen que recorre el mundo. La imagen de la épica, de lo imposible, de una victoria quizá inesperada para un Fluminense que, aunque invicto, sabía que enfrentaba a un Inter subcampeón de la UEFA Champions League.
Más allá del llanto tras el pitazo final, otro momento clave ocurrió durante el segundo tiempo, cuando Fluminense ganaba 1-0 y el Inter apretaba en busca del empate. En la pausa por el cooling break, Renato Gaúcho daba indicaciones cuando irrumpió la voz de su capitán. “Dejemos a Everaldo arriba, él los puede marcar”, propuso Silva. Luego, sugirió una variante táctica que fue aceptada de inmediato: replegar al equipo en un 5-4-1, con Lima ocupando el sector izquierdo. Una muestra de liderazgo absoluto, dentro y fuera del campo.
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