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Luis Suárez sonríe. Y cuando sonríe, el fútbol parece acompañarlo. A los 38 años, el delantero del Inter Miami explica en una entrevista con SPORT de hace un par de semanas el motivo por el que sigue compitiendo al máximo nivel: un cambio de rutina que, según él, le ha devuelto energía y constancia. “Antes estaba acostumbrado a entrenar, ir a casa y quedarme tirado en el sofá todo el día”, confiesa. “Eso te deja achantado, como decimos en Uruguay. Pasota, como dicen en España”, explica el pistolero.
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Hoy la historia es otra. Suárez describe una rutina más consciente, más activa. “Aprendés a usar herramientas que te permiten cuidarte mejor y rendir mejor. Después de entrenar hago un trote descalzo, me mantiene activo, no me siento cansado”. Una forma de entender el fútbol que no tenía a los 25 ni a los 30, cuando jugaba con un instinto más salvaje. Ahora, admite, llega a los partidos “de una forma totalmente diferente”.
El uruguayo explica que antes “no existía todo esto”: ni nutricionistas, ni trabajos preventivos, ni sesiones extra de gimnasio. “En nuestra época no había nada de eso. Capaz que uno dice: ‘Con todo eso hubiese rendido más’. Pero también es cierto que mi cuerpo era el que era en ese momento”. Y en su reflexión aparece la visión del veterano que, lejos de quejarse, se adapta. “El fútbol evolucionó muchísimo. Y los mayores de hoy en día lo tomamos como herramientas para seguir mejorando”.
Pero detrás de ese cambio físico convive también su esencia. Esa que lo acompañó toda la vida. “Soy rebelde”, reconoce. “Siempre he peleado contra las críticas”. De Nacional a Ajax, de Liverpool a Barcelona, Suárez se llena de ejemplos. “Me atacaban por errar goles, por estar gordo, por actos de indisciplina, por malas rachas… En todas las etapas luché contra lo mismo”. Y añade una frase que describe su carrera tanto como cualquier estadística: “Las críticas me fortalecieron. Nunca me bajonearon”, explicó el actual jugador de la MLS.