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Luis Suárez responde sin rodeos cuando SPORT le pregunta por su mejor versión: ¿Liverpool o Barcelona? El uruguayo sonríe, piensa unos segundos y sentencia: “El Suárez del Liverpool 2013 o 2014 fue especial. Me salía todo”. Aquel delantero feroz, explosivo, capaz de inventar goles imposibles en la Premier, forma parte del mito.
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Pero no se queda ahí. Suárez matiza: “El del Barcelona fue totalmente diferente. Ahí aprendí a jugar en un espacio de 10x10, a un toque. En Liverpool tenía 40 metros para correr solo”. En el Barça tuvo que reinventarse. “Mirara donde mirara, tenía que dar bien el pase. Eso me hizo mejor jugador”. Sus mejores años en el Camp Nou, dice, fueron entre 2014 y 2017.
La diferencia entre Premier y LaLiga marca su análisis. En Inglaterra era caos, potencia, instinto. En Barcelona, precisión quirúrgica. “Europa te exige cada tres días”, explica. “Si un partido rendís 5, ya empiezan a dudar. Si metés dos goles, sos un 9. Si dos partidos no marcás, ya no servís. Es así”. La exigencia en el Barça lo templó. Y lo hizo convivir con Lionel Messi como si hubieran sido creados para jugar juntos. “Nos conocemos dentro y fuera de la cancha. Sabemos cuándo uno está de humor o no. Miramos atrás y nos damos cuenta de que estamos cumpliendo lo que hablamos en Barcelona: disfrutar nuestra última etapa juntos”, habló sobre la época con Messi en el club catalán.
En su relato aparece un Suárez maduro, que entiende su lugar en el fútbol, que sabe lo que significa sostener un nivel durante tantos años. “Lo más difícil no es llegar al Barcelona; es mantenerse”. Él lo hizo. Y lo recuerda con una mezcla de orgullo y melancolía. “Los años que tuve ahí fueron todos buenos”.