Williams ya no es un equipo de paso. Ni un refugio para pilotos de pago. Ni un proyecto que sobreviva a base de nostalgia. En 2025, la escudería de Grove ha completado una de las transformaciones más llamativas de la parrilla: de novenos en el Mundial de Constructores a quintos, con margen, liderando con autoridad la zona media y confirmándose como el mejor del resto tras los cuatro grandes. Y en el centro de ese salto hay algo más que aerodinámica o simulador: hay personas.
James Vowles, jefe del equipo, quiso detenerse en ello en el último episodio de The Vowles Verdict, publicado una semana después del último gran premio. Un balance en frío, sin la adrenalina del domingo, que sirvió para subrayar uno de los pilares silenciosos del éxito: la relación entre Carlos Sainz y Alex Albon.
Porque en la Fórmula 1 se repite hasta la saciedad que tu primer rival es tu compañero. Y, sin embargo, en Williams ha ocurrido justo lo contrario.
"Desde el primer test en Bahreinhasta Melbourne y el resto de la temporada, los dos han trabajado juntos de forma muy abierta en ‘debriefs’, datos y dirección de ‘set-up’", explicó Vowles.
"Es una relación que fue tan fuerte desde el primer minuto como al final del año".
El contexto hace aún más valiosa esa alianza. Williams apostó fuerte por Sainz tras su salida de Ferrari, fichando a uno de los grandes nombres disponibles del mercado. Un movimiento que no solo elevaba el nivel del coche, sino que también rompía con una imagen reciente del equipo, demasiado asociada a pilotos que aportaban más presupuesto que resultados.
Sainz llegaba desde Maranello a un entorno completamente distinto: otro motor, otra filosofía de coche, otra realidad competitiva. Y ahí apareció Albon.
Vowles puso como ejemplo el mismo inicio del curso, en Australia, cuando el tailandés ayudó a su nuevo compañero a entender los matices del Williams, especialmente en zonas concretas del trazado. "Alex encontró una forma de pilotar el Williams que era ligeramente diferente al Ferrari, especialmente en la curva 3. Fue muy abierto con Carlos desde la FP1, cuando comentó que no podía seguir cierta línea".
No era una carrera cualquiera. Era la primera. Y fue, según Vowles, el punto de partida de una relación que no se desgastó con la presión, algo poco habitual cuando los resultados llegan y las diferencias son mínimas.
Williams ha sido, además, uno de los equipos que menos actualizaciones ha introducido durante el año. Decisión estratégica, con la vista puesta en 2026 y el cambio de reglamento, pero que obligaba a maximizar cada fin de semana lo que había en el garaje.
Ahí, la cooperación fue clave. Vowles reveló que, a mitad de temporada, el equipo comenzó a explorar caminos distintos de puesta a punto entre ambos coches, precisamente porque Sainz y Albon rodaban separados por milésimas.
"Empezamos a dividir bastante los ‘setups’ entre los dos coches. Eso nos permitió explorar dos direcciones diferentes, y luego era el ‘feedback’ honesto tras los entrenamientos lo que nos llevaba a una configuración unificada".
Primero Albon ayudó a Sainz en su adaptación. Después, el flujo se invirtió. Desde Bakú —donde el español logró su primer podio del año—, el rendimiento de Carlos dio un paso adelante. Cerró el curso noveno con 64 puntos, justo detrás de Albon, octavo con 73, pero con la sensación de haber sido el referente en la segunda mitad del campeonato.
Dos trayectorias que no chocaron. Se complementaron.
Ese entendimiento fue decisivo para asegurar el quinto puesto en constructores, un resultado con enorme impacto deportivo y económico para un equipo que quiere volver a mirar hacia arriba con ambición real.
"No nos obsesionamos con quién terminó dónde en cada carrera. Esto va de cómo el equipo avanza", resumió Vowles.
Williams ha encontrado algo que no se mide en el túnel de viento: una pareja de pilotos alineada con el proyecto, consciente de que el camino de vuelta a la parte alta pasa por remar juntos. Y si 2025 ha sido el año de la confirmación, en Grove ya miran a 2026 convencidos de que la base —humana y técnica— es la correcta.
Porque, esta vez, el renacer de Williams no es solo cuestión de velocidad.