¡Descubre qué deportes puedes ver en DAZN!
Mike Tyson volvió al lugar donde todo empezó. Cuarenta años después de la muerte de Cus D’Amato, su descubridor y figura paterna, el excampeón mundial regresó al gimnasio de Catskill (Nueva York) para rendirle homenaje. Allí, en el Cus D’Amato KO Gym, el público volvió a escuchar al “Iron Mike” más humano.
El acto se celebró el pasado sábado con la calle Upper Main cerrada al tráfico. Tyson, visiblemente emocionado, se dirigió a los asistentes para recordar al hombre que lo sacó de un destino marcado por la violencia y lo convirtió en el campeón más joven en la historia del peso pesado.
Leer más | Dana White confirma al próximo rival de Ilia Topuria.
Su relación con D’Amato comenzó en 1980. Tyson tenía solo 13 años y se encontraba internado en el centro penitenciario de Elmwood. Allí conoció a Bobby Stewart, un exboxeador irlandés que ejercía como terapeuta y enseñaba boxeo a los jóvenes. Fue Stewart quien lo llevó por primera vez al gimnasio de D’Amato, en la localidad de Catskill.The Ring Magazine via Getty Images
En ese momento, el veterano entrenador ya era una leyenda. Había dirigido la carrera de Floyd Patterson, antiguo campeón mundial, y dedicaba sus días a formar a jóvenes con talento. Cuando vio a Tyson, entendió que estaba ante alguien diferente. Al principio, el adolescente acudía de forma controlada, con permisos limitados, pero su disciplina y su potencia sorprendieron a todos.
“Bobby me llevó a conocer a Cus y enseguida pensé que estaba loco porque me hablaba de quererme a mí mismo”, recordó Tyson durante su discurso. “Yo no entendía nada. Pensaba que era un viejo raro. Pero seguí yendo. Primero una vez por semana, luego dos, y empecé a mejorar”.
El vínculo entre ambos se fortaleció rápidamente. A los 16 años, D’Amato y su esposa Camille se convirtieron en tutores legales de Tyson. Lo acogieron en su casa y comenzaron a educarlo, no solo como boxeador, sino como persona. Cus creía que el éxito de un púgil dependía tanto de la mente como del cuerpo, y dedicó horas a moldear la confianza de Mike.
“Cuando conocí a Cus, mi autoestima era tan baja que prácticamente no existía”, confesó Tyson, entre lágrimas. “Solo conocía las calles. Todos mis amigos habían muerto por las drogas. Yo creía que no podía ser diferente. Pero Cus seguía diciéndome que sí, y acabé creyéndolo. Si no hubiera conocido a Bobby y a Cus, habría terminado igual que ellos”.
El exboxeador recordó también cómo su mentor lo convirtió en un competidor despiadado dentro del ring. “Cus era un hombre muy serio. Me enseñó a golpear las cuencas de los ojos y los pómulos. Ese era su trabajo: crear boxeadores. El mío era noquear. Era cruel, pero aprendí algo más: aprendí a sobrevivir y a quererme a mí mismo. Si yo pude, cualquiera puede”, aseguró.
D’Amato murió en noviembre de 1985, meses antes de que Tyson conquistara el título mundial ante Trevor Berbick. Aun así, su influencia fue decisiva. El entrenador no solo diseñó el estilo defensivo y explosivo que caracterizó a su pupilo, sino que también lo protegió de los intereses externos que terminaron envolviendo su carrera tras su fallecimiento.
“Cus D’Amato me convirtió en la persona más famosa del mundo”, resumió Tyson. “Me enseñó que mi mente era más grande que el universo. Si alguien me lo hubiera dicho antes, probablemente le habría disparado. Amarme a mí mismo era lo más difícil sabiendo todo lo que había hecho. Pero sus palabras acabaron teniendo sentido, y todo lo que él decía se hizo realidad”.
Durante el homenaje, Tyson recordó que D’Amato no solo formaba campeones, sino también hombres. Lo definió como un mentor exigente, obsesionado con la disciplina y el autocontrol, pero también como un padre sustituto que le enseñó a confiar en su propio valor.
El gimnasio donde se forjó el mito de “Iron Mike” funciona hoy como una escuela sin ánimo de lucro, dedicada a preservar la filosofía de su fundador. Jóvenes de toda Nueva York acuden allí a entrenar bajo el mismo lema que inspiró a D’Amato: “La confianza nace del respeto por uno mismo”.
Tyson cerró su discurso mirando al techo del recinto. “Todo lo que soy se lo debo a Cus. Él me salvó de mí mismo”, dijo antes de abandonar el ring donde empezó su historia. Cuatro décadas después, el campeón volvió al lugar donde un entrenador creyó en él cuando nadie más lo hizo.