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Fernando “El Puma” Martínez no es solo el campeón argentino más destacado del momento. Es, para muchos, el boxeador que ha devuelto al país una presencia real en la élite mundial de las divisiones pequeñas.
Su combate del 22 de noviembre ante Jesse “Bam” Rodríguez, dentro del evento The Ring IV en Riad, representa la noche más importante de su carrera y, quizá, el punto culminante de una historia marcada por el esfuerzo, el dolor y la constancia.
Martínez nació en Buenos Aires y creció en La Boca, uno de los barrios más populares y duros de la capital. Su niñez estuvo atravesada por la escasez, el trabajo de su familia para salir adelante y la figura de su padre, cuya muerte lo marcó para siempre.
Esa pérdida se convirtió en una motivación profunda: entrenar, ganar, y cumplir el sueño que ambos compartían desde niño. “El Puma” siempre reconoce que las carencias lo empujaron a construir una fortaleza interior que hoy se refleja en cada combate.
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Su carrera amateur fue sólida y extensa, compitiendo en Sudamérica y desarrollando un estilo basado en la presión continua, la movilidad y un ritmo de golpeo que suele asfixiar a los rivales. Cuando dio el salto profesional, no tardó en destacar.
Desde 2017 comenzó a abrirse paso entre los supermoscas gracias a su capacidad para mantener la intensidad en los intercambios, su disciplina y una mentalidad que nunca subestima el desafío que tenga delante.
Uno de los rasgos que define a Martínez es su capacidad para adaptarse al contexto. Peleó en Estados Unidos, Sudáfrica y Japón, escenarios históricamente adversos para boxeadores sudamericanos, y en todos consiguió ganar.
Lo hizo con una mezcla de determinación, condición física y un plan táctico claro: atacar desde distintos ángulos, castigar al cuerpo y cerrar la distancia con un ritmo que obliga al oponente a retroceder. No es un pegador devastador, pero sí un boxeador de desgaste, capaz de minar la resistencia de quienes intentan boxearle en retroceso.
Su irrupción mundial llegó con las dos victorias ante el filipino Jerwin Ancajas, un campeón consolidado que parecía inamovible. Martínez lo superó con ritmo, volumen y una confianza que sorprendió al público estadounidense.
Aquellas dos noches fueron el punto de inflexión: el argentino pasó de ser un aspirante con potencial a una figura respetada del peso supermosca. Luego consolidó su posición con actuaciones sólidas ante rivales duros, mostrando resistencia, orden y un estilo tenaz que rara vez se descompone.
El punto culminante de su trayectoria reciente se produjo en Japón, donde derrotó a Kazuto Ioka para unificar títulos. Ganar en Tokio, ante un ídolo local y con la presión del público en contra, confirmó que su nivel ya era global. Martínez no solo venció: lo hizo con la autoridad de un campeón capaz de mantener su plan durante doce asaltos sin perder foco ni ritmo.
Su próximo desafío, Jesse Rodríguez, representa el tipo de duelo que define carreras. “Bam” es joven, técnico y completo; uno de los talentos más respetados de la actualidad. Martínez llega a Riad como campeón, pero también como retador a un estatus mayor: el de figura imprescindible de la división. Una victoria lo acercaría a la condición de campeón indiscutido y lo colocaría en un lugar histórico dentro del boxeo argentino.
Martínez afronta este combate con su estilo de siempre: trabajo, sacrificio y una preparación espartana, muchas veces en gimnasios improvisados del barrio que le recuerda de dónde viene. Para él, cada pelea importante es una oportunidad de honrar esa historia. El ring de Riad será, probablemente, su mayor vitrina. Y “El Puma” llega decidido a dejar claro que su nombre ya no es solo un orgullo nacional, sino una realidad mundial.